Alejandro Ordóñez y el caso Nicolás Neira

Alejandro Ordóñez y el caso Nicolás Neira

Hoy hace 8 años fue asesinado Nicolás Neira, un joven de 15 años que se encontraba marchando por la carrera 7 con calle 18. El padre de Nicolás, Yuri Neira, desde aquel 1 de mayo ha luchado para esclarecer los hechos. Según testimonios de miembros de la Policía, Nicolás murió tras ser pisoteado por una estampida de gente que salió corriendo luego de que un grupo de anarquistas lanzó papas explosivas contra la multitud; pero, civiles que presenciaron el hecho aseguran que lo que produjo la muerte de Nicolás fue un golpe propinado por un miembro del Escuadrón Móvil Anti Disturbios (Esmad) en la cabeza del joven.

 

Un absurdo fallo proferido el 22 de abril del 2010 por el procurador general Alejandro Ordóñez hace parte de un engranaje de impunidad que hasta el día de hoy rodea el asesinato. Los colombianos debemos exigir con firmeza que se aclaren los hechos y los responsables sean judicializados.

El 26 de noviembre de 2009 la viceprocuradora Martha Isabel Castañeda ordenó destituir al capitán Julio César Torrijos Devia y al Subintendente Edgar Fontal Cornejo, que eran los encargados de las escuadras del Esmad que iban a ambos lados de la vía cuando ocurrió el hecho que terminaría con la muerte de Nicolás. Castañeda encontró “sorprendente” la similitud de los relatos de los 68 agentes del Esmad que bajo juramento rindieron sus versiones de lo ocurrido. Además desvirtuó, basándose en el informe de Medicina Legal, que la muerte de Nicolás se produjera tras ser pisoteado en medio una estampida.

Sin embargo, apenas 6 meses después del fallo de la viceprocuradora, Ordóñez decidió restituir a los agentes ignorando varios testimonios que contradicen sus aseveraciones y haciendo responsable por los hechos al asesinado. A pesar que varios civiles, dos policías y el funcionario de la defensoría del pueblo, Ascanio Manuel Tapias, expresaron haber visto a los miembros de la Policía utilizar gases lacrimógenos para dispersar a los manifestantes, Ordóñez decidió creer en los testimonios, muy sospechosos, de la mayoría de los policías, según los cuales ellos no utilizaron gases. El patrullero de la Policía, Edwin Castro Gutiérrez, dijo “Los que intervinieron eran los Esmad para calmarlos [a los manifestantes], botándoles gases…”

Castañeda encontró la versión de los policías como “carente de validez”, Ordóñez no. Más de 6 agentes del Esmad aseguraron haber visto a Nicolás Neira pararse y salir por sus propios medios del sitio donde ocurrieron los hechos, eso es a todas luces improbable, está demostrado que Nicolás quedó tendido en el suelo; el golpe que recibió fue tan fuerte que el joven quedó inconsciente en el lugar. A Ordóñez esos testimonios le parecen fidedignos, no los controvierte en ninguna parte de su fallo.

La sanción que habían recibido Fontal y Torrijos se basaba en el incumplimiento de su deber de ser garantes de los derechos de las personas que estaban marchando aquel 1 de mayo. El carácter absurdo del fallo encuentra su punto más alto cuando Ordóñez afirma: “Es evidente que el menor creó el riesgo al asistir y participar en una protesta en la que se presentaron hechos de violencia”. Es decir, para el procurador, Nicolás debía saber que se iban a presentar hechos de violencia y ante eso haber decidido no ir a marchar, por lo tanto sería deber de cada ciudadano hacer ese tipo de cálculos y no deber de los agentes del Esmad garantizar que sus acciones se hagan con respeto hacia los derechos humanos de los marchantes.

La defensa de los policías dice que los testimonios de cuatro civiles avalan la versión del Esmad y, a su vez, contradicen las versiones de los civiles que afirmaron que hubo agresiones de parte de miembros de dicho escuadrón; eso no es cierto. Todos los testimonios van en la misma dirección: no vieron agresiones, pero tampoco pudieron observar el hecho central de la investigación, el asesinato de Nicolás. Sin embargo al procurador le pareció que esos testimonios eran lo suficientemente fuertes para ayudar a desvirtuar los que sí vieron agresiones.

El dictamen de Medicina Legal concluye que Nicolás no murió a causa de una estampida. En el cuerpo del joven no se encontraron señales de violencia propias de una persona que fue pisoteada por una gran cantidad de gente, por el contrario, concluye Medicina Legal, que la causa de la muerte fue un golpe propinado con un objeto contundente que le causó un trauma craneoencefálico severo. Lo anterior desmiente la versión de la Policía, pero para el fallo de segunda instancia la versión cambió y la defensa de los agentes esgrimió las hipótesis de que Nicolás murió tras haberse golpeado con un andén o como consecuencia de un enfrentamiento entre los mismos manifestantes ¿Por qué cambiaron la versión si estaban seguros que Nicolás murió como consecuencia de una estampida?

Siguiendo la cadena de absurdos el procurador le dio validez al argumento de la defensa según el cual los bastones “tonfa”, que son los que portan los agentes del Esmad, no están diseñados para fracturar y por eso no podrían haberle causado el trauma craneoencefálico a Nicolás. Sin embargo, según los manuales de la Policía, estos bastones disminuyen el riesgo de fractura solo cuando el bastón sea “bien utilizado”, entonces si un agente de la Policía le propina a alguien un impacto en la cabeza con su bastón sí podría fracturarlo, a no ser que consideren ese tipo de golpes como un buen uso.

Hoy, 8 años después del asesinato, Torrijos Devia está preso porque en el 2011 fue sorprendido transportando más de 100 kilos de cocaína, Fontal Cornejo trabaja en la Policía y Yuri Neira sigue exigiendo que le digan la verdad de los hechos que rodearon el asesinato de su único hijo.

¿Conocerá el procurador aquello que llaman “espíritu de cuerpo” y que muchas veces ha hecho que las “manzanas podridas” sean cubiertas por manzanas en vías de podredumbre?

Aparte: Agradezco la solidaridad que he recibido por parte de personas y ONG’s por la denuncia pública que hice por posibles seguimientos en mi contra en medio de esta investigación.

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