Todos somos armenios

Todos somos armenios

La conmemoración del primer siglo de esta gran tragedia sería una oportunidad especial para que Turquía ajustara cuentas con un pasado tan doloroso y admitiera su culpa ante las víctimas. Lamentablemente no reconoce este genocidio y, por el contrario, penaliza a quien lo declare como tal o pida que se asuma la responsabilidad de ese país. Fue así como Orhan Pamuk, premio Nobel de literatura y el más reconocido escritor turco, sufrió los rigores del acoso estatal y debió exiliarse tras manifestar en una entrevista en Suiza que “30 mil kurdos y más de un millón de armenios fueron asesinados”.

 

En Colombia existen varias Armenias. La más importante de ellas es la capital del departamento del Quindío, fundada en 1889, inicialmente como Villa Holguín, para tomar poco después su toponimia actual, como homenaje a un pueblo que sufría la persecución a manos de los gobiernos turcos, en los límites de Asia y Europa. En Bogotá misma, es llamado también así un parque de la localidad de Teusaquillo.

Años después los asesinatos y progromos esporádicos escalaron hasta convertirse en el peor genocidio de la historia hasta ese momento. El 24 de abril de 1915, en el marco de la Primera Guerra Mundial, en la que Turquía tomó partido al lado de Alemania y del Imperio Austro-Húngaro, se inició el asesinato masivo de un millón quinientos mil armenios, con el pretexto de que eran quinta columna de Rusia.

Fue esa la piedra de toque del acontecimiento más relevante de la historia de este pueblo, uno de los primeros en abrazar el cristianismo, que precipitó una diáspora hacia diferentes lugares del mundo.

Este es un acontecimiento histórico indiscutible, tomado como antecedente del horror del exterminio nazi. Es así como el negacionismo de este genocidio se convierte en una práctica justificación de él y se hace necesario más que nunca revelar la realidad de su ocurrencia y reivindicar la verdad histórica como condición para que se normalicen las relaciones entre los pueblos turco y armenio.

La conmemoración del primer siglo de esta gran tragedia sería una oportunidad especial para que Turquía ajustara cuentas con un pasado tan doloroso y admitiera su culpa ante las víctimas. Lamentablemente no reconoce este genocidio y, por el contrario, penaliza a quien lo declare como tal o pida que se asuma la responsabilidad de ese país.

Fue así como Orhan Pamuk, premio Nobel de literatura y el más reconocido escritor turco, sufrió los rigores del acoso estatal y debió exiliarse tras manifestar en una entrevista en Suiza que “30 mil kurdos y más de un millón de armenios fueron asesinados”.

Así mismo, en 2007 fue muerto en Estambul el periodista turco de origen armenio, Hrant Dink, quien venía siendo acusado de violar el artículo 301 del Código Penal por el delito de “agravio público a la identidad nacional o a la República” debido a su exigencia de reconocimiento de la verdad histórica y de la responsabilidad del Eestado turco.

Incluso una voz reconocida por su autoridad ética y religiosa como la del Papa Francisco no llegó a oídos receptivos y fue recibida con cajas destempladas por el presidente Erdogan, quien en tono burlón dijo que esa no era labor del romano Pontífice sino de los historiadores serios.

Muchos estados han reconocido este genocidio y la responsabilidad que le cabe al Eestado turco. Al igual que en otras situaciones similares, el colombiano es uno de los que no lo ha hecho y mantiene oficialmente un extraño silencio.

Es hora de que Colombia se una a los reclamos de justicia y verdad históricas ante uno de los dramas más vergonzosos de la humanidad.

Así lo exigimos al Ejecutivo como responsable de las relaciones internacionales. De la misma manera nos unimos a la declaración de Amnistía Internacional en el sentido de que el artículo 301 del código penal turco es contrario a las obligaciones legales de Turquía y a su exigencia de derogación total de esa norma, así como el y al cese de todos los procesamientos que se hayan iniciado en aplicación de ella.

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