Entre santos que ocultan demonios, zorros y gallinas, la paz no nos puede ser ajena ni esquiva

Entre santos que ocultan demonios, zorros y gallinas, la paz no nos puede ser ajena ni esquiva

El Presidente nos ofrece la paz como fórmula de su reelección, al mismo tiempo que sigue sembrando la miseria y la muerte. Y el que aparece como el gran opositor, el del embrujo autoritario, con toda su carga de corrupción y de crímenes, tiene su marioneta, avanzando en las encuestas, gracias a que hay sectores sociales que reclaman mano dura. El enmascarado que a latigazos impondría el orden, para luego como buen zorro, marrullero y esquivo, tragarse sin piedad las aves de corral cautivas en una democracia que huele a rila y que promueve a su victimario, desnuda la esencia de una política y de un poder putrefactos, que se retroalimenta de su propia escoria.

 

 

“Todos deseamos ayudarnos mutuamente. Los seres humanos somos así. Queremos vivir para la felicidad mutua, no para la desdicha. No queremos el odio y el desprecio mutuos. En este mundo hay lugar para todos. El camino de la vida puede ser hermoso y libre, pero hemos perdido el camino. Los apetitos han envenenado el alma del hombre; nos han llevado a la miseria y la matanza” (Charles Chaplin, Discurso Final de El Gran Dictador”).

Estas palabras del gran actor que logró que su obra perdure por su profundo humor y sensibilidad, escritas contra el autoritarismo y contra la muerte; nos son útiles para pensarnos e identificarnos en el escenario de nuestra propia barbarie, de nuestra cotidiana insensibilidad, de nuestros políticos mediocres que siguen gobernando y legislando a favor de sus propios intereses y, de una sociedad mediocre que elige y reelige a sus propios verdugos, ya porque vote o ya porque no vote.

Los sembradores de odio y de desprecio. Los que tienen envenenada el alma y han envenenado el alma del país son responsables de que en Colombia, el conflicto armado y social haya producido más víctimas que todas las que se produjeron en el resto del continente por dictaduras militares o guerras civiles en el último medio siglo.

Las cifras estremecedoras de nuestro conflicto que suman más de 6 millones, siguen sindo, sin embargo, un subregistro de la realidad. Nos muestran que hemos perdido el camino como pueblo, que padecemos la miseria y la matanza sin que nuestro estremecimiento individual como defensores de derechos humanos, logre estremecer el alma colectiva.

El Presidente nos ofrece la paz como fórmula de su reelección, al mismo tiempo que sigue sembrando la miseria y la muerte. Y el que aparece como el gran opositor, el del embrujo autoritario, con toda su carga de corrupción y de crímenes, tiene su marioneta, avanzando en las encuestas, gracias a que hay sectores sociales que reclaman mano dura. El enmascarado que a latigazos impondría el orden, para luego como buen zorro, marrullero y esquivo, tragarse sin piedad las aves de corral cautivas en una democracia que huele a rila y que promueve a su victimario, desnuda la esencia de una política y de un poder putrefactos, que se retroalimenta de su propia escoria.

Las encuestas dicen que la conquista de la paz, siendo importante no es una prioridad para el pueblo. Una parte por escepticismo, otra porque sufre la guerra todos los días, otros porque no han derramado sangre entre los suyos, otros porque se nutren de la guerra. Sin embargo el tema de la violencia social y política sigue marcando la agenda del país. Mientras la reivindicación plena de los derechos humanos, sigue siendo marginal en el debate político.

No puede haber paz, ni democracia real sin respeto integral de los derechos humanos y para que ello sea posible necesitamos la paz.¿ Mas cómo lo logramos? En primer lograr hay que desenmascarar a todos los zorros que promueven la guerra, que auspician o cometen graves violaciones de derechos humanos, que piden justicia fuerte contra las guerrillas al tiempo que pretenden la impunidad total frente a sus propios crímenes.

Por otra parte, debemos movilizarnos por la paz, con generosidad de espíritu, con pluralidad, diversidad, con el propósito que nos debe ser común de que nadie muera por sus ideas, ni nadie mate por ellas. Por ello impulsamos, conjuntamente con otras organizaciones, el Clamor Social por la Paz, para que ninguna persona permanezca indiferente frente a los esfuerzos de ponerle fin a la monstruosidad de la guerra y para que la democracia que alcancemos en la reconciliación, garantice la inclusión política, social y económica, especialmente de las capas de la población que padecen la pobreza, la miseria y la violación de sus derechos esenciales.

Por último, debemos contribuir a cambiar el espíritu del país, para que nuestro camino hacia la paz sea hermoso y libre. Recordar en las palabras de Chaplin, que no nacimos para la desdicha, ni para la desunión, ni para el desprecio. Que la apuesta por la felicidad individual y colectiva no es una utopía, que entrelazando nuestras manos y nuestros corazones, podremos encontrar alas para volar y, que no seguiremos siendo alimento de los depredadores.

Nos elevaremos por encima del egoísmo, de los odios y de la brutalidad. La democracia más temprano que tarde será nuestra y, la dignidad que hoy reclaman nuestros campesinos en sus movilizaciones y demandas, será la dignidad de cada cual y de la sociedad toda. Nuestra opción es clara, disipar las nubes de las injusticias, no es una apuesta individual, es un deber colectivo.

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