Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónoma o sometida a cualquier otra limitación de soberanía.
Así pues el artículo segundo de la Declaración universal de Derechos Humanos tiene dos apartados que señalan que toda persona debe ser tratada sin ninguna discriminación, es decir, que tienen que ser tratadas de igual manera, prohibiendo toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basadas en raza, color, linaje y origen nacional que afecten o anulen el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos humanos y las libertades fundamentales.
También en la constitución se reconoce el derecho a la igualdad y a no ser discriminado al establecer en el artículo 13 que todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, por lo que recibirán la misma protección y trato de todas las autoridades y gozaran de los mismos derechos, libertades y oportunidades.
No obstante en nuestro país vivimos diariamente situaciones de discriminación estructural, por ejemplo el hecho de que las ciudades de población mayoritariamente negra o afro descendiente son mucho más pobres que otras. También las mujeres son discriminadas en diferentes ámbitos su vida, como en el acceso a cargos públicos, pensemos cuantas mujeres son ministras, alcaldesas o gobernadoras e incluso en las relaciones interpersonales.
De la misma forma en nuestro lenguaje discriminamos cuando usamos expresiones como “Mucho indio” o cuando recurrimos a estereotipos con el objetivo de insultar a otras personas en razón a sus características físicas, sociales o culturales.
De esta manera, las diferentes formas de discriminación se han instaurado en nuestras relaciones cotidianas, normalizándose injustificadamente en el trato con el otro.