Lo que las campañas de desprestigio no han logrado acallar

Lo que las campañas de desprestigio no han logrado acallar

Un saludo especial a todos y todas los asistentes. A la FIDH, agradecimientos por esta invitación y por el apoyo al Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo CCAJAR todos estos años. Hoy nos han convocado a referirnos a la estigmatización de la que hemos sido objeto en los últimos años. Tal vez lo que digamos no sea novedoso, pero si provocador, en el sentido de que quisiéramos escuchar a quienes han sido objeto de estigmatización y las estrategias que han utilizado para protegerse.

1. Para empezar, quisiéramos referirnos a la noción de estigmatización del sociológo argentino Daniel Feirstein quien la ha entendido como una acción social de “marcación”, de identificación de un sujeto (individual o colectivo) como un “otro negativo”, al que se le asignan un sinnúmero de defectos, cuya consecuencia es aislarlo de la sociedad para hacerlo vulnerable. Entonces, si bien la estigmatización tiene efectos en sí mismos, lo que hace es preparar posteriores actos de agresión, de manera que no tengan una respuesta social de rechazo. La construcción de esta otredad negativa es la que facilita posteriores procesos de hostigamiento, aislamiento, debilitamiento y exterminio.

2. Desde su nacimiento, integrantes de CCAJAR hemos sido víctimas de amenazas, agresiones y estigmatizaciones como muchos integrantes del movimiento de derechos humanos en Colombia, ya que históricamente se ha asociado nuestra labor a la acción guerrillera bajo el concepto de “enemigo interno”, lo que nos ha convertido desde hace décadas en “objetivo militar” de grupos paramilitares y fuerzas estatales. Hoy que progresa el proceso de paz con las guerrillas, esperamos cese esa excusa para perseguir nuestro ejercicio.

3. Entre los hechos más sistemáticos, tenemos que por varios años fuimos objeto de una gigantesca operación de inteligencia llamada “Transmilenio” por parte del órgano de seguridad dependiente de Presidencia de la República, acción muy bien documentada por la FIDH en el informe “Colombia: Actividades ilegales del DAS” presentado ante la Comisión Interamericana. De hecho (y esto como anécdota) el 35º Congreso de la FIDH que finalmente fue realizado en Quito y no en Bogotá como se había previsto inicialmente, fue “rigurosamente documentado” por esta agencia de inteligencia, así que los que llevan muchos años trabajando en esta red seguro hacen parte de ese “odioso” registro. Entre los objetivos de esa operación ilegal se encontraban los de atacar, deslegitimar y aniquilar el trabajo en defensa de los derechos humanos, así que lo ocurrido en los años siguientes en la medida en que fue objeto de pesquisa por esa agencia, creemos se relaciona con ello, peor tal vez nunca lo sabremos con certeza.

4. ¿Cuál es el cambio que se produjo en los patrones de estigmatización? Bueno, si bien no cambió el señalamiento de ser aliados de la guerrilla, la misma operación del DAS evidenció que no existía ni el más mínimo elemento que pudiera sustentar la existencia de esos alegados vínculos.

5. En 2011 conocimos un hecho muy grave, una de las víctimas de la Masacre de Mapiripán, nuestro primer caso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, resultó que nos había engañado y en realidad sus hijos y esposo reportados como víctimas de desaparición forzada, habían sido reclutados por las guerrillas. Se podría pensar que ambos hechos son graves, pero no importaba. La señora había señalado al Estado colombiano como responsable en vez de a las guerrillas, y ahora nosotros debíamos asumir la responsabilidad pública por su mentira.

6. De ahí en adelante todo fue una pesadilla, investigaciones penales, disciplinarias y fiscales, para la primera no hubo méritos. De las otras dos, salimos absueltos. Pero el juicio más fuerte fue el de la sociedad. El Presidente de la República, la Ministra de Relaciones Exteriores, el Procurador General de la Nación nos señalaron como corruptos; nos acusaron de defraudar deliberadamente a la Nación, y ante el público de utilizar los recursos públicos de los impuestos ciudadanos para enriquecernos. De ahí espontáneamente y en razón de la amenaza de acciones judiciales nació una consigna: “pueden restringir nuestra libertad, pero no privarnos de nuestra dignidad”.

7. Frente a esta situación por supuesto nos defendimos judicialmente y nos fue bien, incluso ante la Corte Interamericana y autoridades nacionales, reconocieron la buena fe de nuestras actuaciones. Pero ello no fue suficiente para recuperar nuestra credibilidad. No se imaginan la campaña en redes sociales, la pregunta de las víctimas e incluso de nuestros familiares. ¿Era cierto lo que decían las noticias? ¿Que habíamos inventado una masacre para quedarnos con los recursos de las víctimas? Ya habíamos ejercido de la mejor manera nuestra labor de abogados y abogadas, era momento de dejar de serlo un poco, y dejarnos permear por nuestros compañeros y compañeras comunicadores.

8. Los mensajes de ataque eran muy fuertes y no solo contra el Cajar, sino contra la memoria, las víctimas y los derechos humanos. Por el tiempo, los resumiré de manera sintética los argumentos eran: 1. como unas víctimas mintieron, todas las víctimas mienten; 2. como esas víctimas eran representadas por Cajar, Cajar es responsable; 3. como unas víctimas mintieron, la masacre no existió y entonces los condenados eran inocentes; y 4) la Corte IDH se equivocó y debe reformarse el Sistema Interamericano de Derechos Humanos.

9. Así que bueno, ya nos habíamos defendido judicialmente de manera satisfactoria, pero estábamos perdiendo, de alguna manera no lográbamos transmitir nuestro mensaje. Debíamos dejar de ser abogados,y nos tocó recurrir a la construcción de una estrategia de incidencia y comunicaciones en la que muchos nos apoyaron. En síntesis: 1) construcción de estrategia en página web y redes; 2) creación del documento “10 calumnias sobre la Masacre de Mapiripán desmentidas una a una; 3) una auditoría social elaborada por reconocidas personas del movimiento internacional de derechos humanos, la cultura y la iglesia; 4) fomento de una cultura de transparencia sobre nuestros donantes y utilización de recursos; 5) realización de la película “gotas que agrietan la roca” que ha ganado varios premios, mérito de su realizador Antonio Girón.

10. Al final, recuperamos la confianza y credibilidad del Cajar. Fue una crisis de esas que con el amor y la solidaridad se convirtieron en la oportunidad de dar a conocer mejor nuestro trabajo.

La solidaridad y el reconocimiento no se detuvieron ahí. Hubo diversas expresiones venidas desde distintas regiones, personas, países, que nos recordaron la razón por la cual debíamos seguir adelante. Otros amigos nos han apoyado con algo que nos ha salvado la vida, el respaldo internacional. En los últimos años hemos recibido el premio nacional de derechos humanos de Diakonía, el premio internacional de derechos humanos de la APDH, el reconocimiento “Judith Lee Strotnach” de CJA, y la mención “Invisibles Mandelas” de PBI, a ellos nuestro eterno cariño y agradecimiento.

11. Algunas lecciones para compartir: aprendimos la importancia de adecuar nuestro lenguaje a las nuevas tecnologías, a traducir nuestros expedientes en trinos, frases, testimonios e imágenes. Y aprendimos a hablarle a las nuevas generaciones, a responder de manera oportuna e inmediata a los ataques. Hemos logrado avances apenas perceptibles para cualquiera, pero muy importantes para nosotras, como la disminución de ataques en redes sociales, o la decisión judicial que obligó a rectificar a un programa de televisión que pretendió hacer eco de difamaciones.

12. Para finalizar, una reflexión sobre el proceso de paz en Colombia retomando la idea inicial. Cuando se ataca el buen nombre de una persona o de una organización, hay un daño que es permanente. Pero la labor que realizan a diario miles de defensoras y defensores en Colombia merece todo el apoyo y reconocimiento, la tarea sin descanso de construir la memoria histórica, la contribución a que hoy Colombia estemos cerca a un acuerdo de paz, los pequeños logros en justicia en cientos de casos es una verdad que ninguna calumnia, montaje o campaña de desprestigio ha logrado acallar.

13. No es posible evitar la repetición de los crímenes, sin que se modifiquen aquellas doctrinas y prácticas que a través de la estigmatización, incitan a la comisión de crímenes contra personas y colectivos. Colombia vivió un genocidio político que avergüenza nuestra historia reciente, el aniquilamiento de 6.000 integrantes de la Unión Patriótica, que no puede repetirse.

14. El llamado a todos los países del mundo presentes: les pedimos seguir pendientes de la situación en Colombia para que la paz se acerque realmente, su rol es crucial para rodear el proceso, contribuir a la verificación del cumplimiento de los acuerdos y proteger a las expresiones organizadas de la sociedad civil. Si las guerrillas concretan la dejación de armas para participar en política, deben contar con plenas garantías para hacerlo en la civilidad; defensores y defensoras de derechos humanos que trabajan por la paz deben contar con protección integral para realizar su labor; movimientos sociales deben tener la tranquilidad de no ser encarcelados, perseguidos, estigmatizados por sus luchas.

La concreción del proceso de paz en Colombia, es un triunfo del movimiento social colombiano y de ustedes, expresiones de la comunidad internacional que nos apoyó incondicionalmente para llegar a este crucial momento, es deber de todos y todas defenderlo.

Johannesburgo, 23 de agosto de 2016

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