A finales de los años 80 y comienzos de los 90, en el Municipio de Trujillo, Valle, se recuerda con cariño y mucho afecto al Padre Tiberio Fernández Mafla, de quien se sabe pertenecía a la comunidad de los Jesuitas, que era un estudioso de las formas cooperativas como los “Kibutz” del pueblo judío con el cual aprendió la importancia de esta forma de organización para resolver problemas económicos básicos de las y los pobladores.
En su primer año a cargo de la parroquia promovió su desarrollo en diferentes aspectos, tales como la organización de los moreros, para que la producción fuera de calidad, la comercialización del fruto hasta llevarlo a los mercados en los municipios cercanos e incluso hasta la ciudad de Cali. Apoyó la organización de los transportadores de la producción de la región y para el transporte de los campesinos; para que esto se realizara en forma racional y no perjudicara a los campesionos y a su vez para que ellos obtuvieran mejores ingresos.
De igual forma, promovió la creación de tiendas comunitarias y de la panadería “Trigo Verde”, que todavía existe, de la ebanistería, para la producción y trabajo de artículos de madera, y, en general, buscó siempre apoyar la generación de empleo productivo y mejorar la calidad de vida de quienes se asociaran en estas cooperativas. Aproximadamente 26 empresas de este tipo, llegó a impulsar el padre Tiberio.
También se le recuerda por sus actividades en beneficio de los más pobres, mediante rifas, bazares, etc, para que salieran de la indigencia. Incluso se recuerda cómo trabajaba para buscar que las personas consumidoras de estupefacientes recibieran atención adecuada para su rehabilitación.
El padre Tiberio fue cofundador de la Universidad Campesina de Buga, hoy Instituto Mayor Campesino, ya que consideraba de suma importancia la capacitación del campesinado, con quienes se identificaba por su origen y por la convicción de que el desarrollo de las regiones se fundamentaba en la producción agropecuaria. En todo su quehacer, el padre buscaba el beneficio de los más necesitaos, fiel a las enseñanzas de Jesucristo de amar al prójimo por sobre todas las cosas.
La comunidad lo recuerda por sus contantes denuncias ante el abandono del Estado de sus obligaciones básicas como atender la educación y la salud del campesinado, y en este sentido, por haber apoyado las protestas de 1.989 en exigencia a las autoridades del Municipio del mantenimiento a las carreteras veredales para el tránsito y el comercio; por el nombramiento de profesoras y profesores para la escuela y la instalación de un puesto de salud en la vereda La Sonora. Su legado sigue vivo a través del trabajo incansable de la Asociación de Víctimas de Trjullio, Afavit, bajo el liderazgo de la hermana Maritze Trigos.
En estos años, al igual que el resto del país, Trujillo vivía los rigores del conflicto armado y la violencia sociopolítica contra amplios sectores de la población. Y fue justo después de una cruenta confrontación armada entre el Ejército de Liberación Nacional, ELN, y el Batallón Palace de Buga, en el cual se reportaron siete militares muertos y varios heridos, y un número indeterminado en las filas guerrilleras, que se desató una represión sin precedentes contra el movimiento campesino por parte de las fuezas militares y un grupo paramilitar auspiciado por Cartel del Norte de Valle, liderados por Henry Loaiza Ceballos, alias El Alacran, Diego Montoya S. alias Don Diego, Ivan Urdinola Grajales, alias El Tío.
Esta estructura criminal contaba con la dirección militar de Pablo Cano como jefe de los sicarios y con participación directa de miembros del Ejército, en particular del mayor Alirio Urueña, de la Policía de Trujillo, a través del Teniente Berrio entre otros integrantes de la fuerza pública que actuaron en complicidad, para desaparecer campesinos de la region de la Sonora y pobladores de Trujillo, entre quienes se encontraban los ebanistas y otros pobladores integrantes de las cooperativas organizadas por el padre Tiberio.
Por su trabajo comunitario, fue señalado como colaborador de las guerrillas, incluso en informes de la Dirección de investigación criminal de la Policía, DIJIN, de Buga. Esta fue la retaliación de esta organización criminal por haberlos denunciado, haber exigido que aparecieran los desaparecidos y que se realizaran las investigaciones pertinentes. Pero también por acompañar a los familiares de los desaparecidos para que realizaran las denuncias de estos hechos y por celebrar las exequias de las víctimas.
Quiénes acabaron con su vida
El 17 de abril de 1990, a raíz de la ejecución de uno de sus amigos del Municipio, del señor Abundio Espinosa, el padre Tiberio se trasladó con miembros del equipo misionero a realizar las exequias en la ciudad de Buga, y al regresar al Municipio de Trujillo fue interceptado por el grupo de asesinos encargado de cometer estos crimenes quienes, efectivamente, capturaron ilegalmente al ingeniero Oscar Pulido, a su sobrina Alba Giraldo Fernández y al Conductor Norbey Galeano y al padre Tiberio Fernández.
Estos hechos fueron confesados por el comandante paramilitar Pablo Cano ante la Fiscalía quien explicó cómo los torturaron, procediendo a desmembrar a toda la comitiva que ayudó en la simple realización de las exequias, en particular, al padre Tiberio a quien también lo castraron y luego arrojaron sus restos al rio Cauca. Estos hechos fueron cometidos por el grupo criminal creado por el Ejército y los narcotraficantes.
Alertados por su desaparición, miembros de la iglesia y pobladores realizaron la búsqueda de estas personas. El único cuerpo que hallaron y lograron rescatar de las aguas del rio -y que identificaron por unas placas que tenía en el cuerpo producto de unas cirugías, y por su corpulencia, fue el del padre Tiberio Fernández.
En las investigaciones penales adelantadas por estos crimenes se logra la identificación y captura de varios de los miembros de este grupo criminal, entre ellos uno de los autores materiales, el señor Pablo Cano, quien confiesa los hechos y aproximadamente 80 crímenes más, luego de lo cual fue asesinado estando detenido en la cárcel Picota de la ciudad de Bogotá.
El señor Iván Urdinola Grajales, quien es cobijado con medida de detencion y llamada a juicio por múltiples crímenes incluido el asesinato del Padre Tiberio y sus acompañantes, es, a su vez, asesinado, estando detenido en la Cárcel de Palmira.
Por su parte, el señor Diego Montoya es llamado a juicio por aproximadamente 76 crímenes y, en una decisión desafortunada del juzgado 2 Especializado de Tuluá, es absuelto y se encuentra en tramite de apelación por parte de la fiscalía y la representación de las víctimas, esperando a que el Tribunal corrija este desacierto. El paramilitar Henry Loaiza Ceballos fue llamado ante la justicia a comparecer por estos crímenes y al final se acoge a los beneficios de aceptación de cargos y es condenado por aproximadamente 76 hechos y otros cometidos en relación con el narcotráfico, luego de aproximadamente 26 años recobró su libertad y volvió a ser capturado por otros delitos relacionados con el nárcotrafico y grupos de asesinos, en el mes de octubre del 2023.
Adicionalmente, el mayor Alirio Urueña Jaramillo fue llamado a juicio y condenado por estos hechos a una pena de aproximadamente 30 años. Estando en este trámite, surgió el acuerdo firmado entre el grupo guerrillero de las Farc-EP y el Gobierno nacional -elevado a rango constitucional-, y en consecuencia, el mayor Urueña solicitó acogerse a los beneficios de la justicia transicional. Aún está pendiente el trámite ante la JEP donde esperamos que confiese todos sus crímenes y establezca todos los pormenores de la creación del grupo criminal, de la totalidad de delitos cometidos, sus autores materiales e intelectuales y los beneficiarios de los mismos.
En estos aproximadamente 33 años de lucha por la justicia sólo se ha podido llegar a estas personas, pero se tiene conocimiento de que participaron por lo menos 70 paramilitares, además de miembros de la Policía y el Ejército de los municipios de Trujillo, Buga, Tulua, y de Cali, desde donde venían las órdenes para la ejecución de los crímenes. La verdad y lajusticia son el mejor homenaje que se le puede rendir al padre Tibero y a su legado en Trujillo.