El 9 de abril es, y seguirá siendo una marca en el calendario de nuestras luchas y esperanzas

Sin embargo, la ley que enmarca este día, solo reconoce a las victimas posteriores a enero de 1985…¿Dónde quedan todas las víctimas de la violencia desatada incluso antes de 1948?. ¿Dónde queda el magnicidio de Gaitán, que partió la historia de Colombia? Y aún más, no nos es dado desconocer que el conflicto colombiano no ha terminado, como tampoco inició en 1985.

Por esto, la solución política del conflicto, y el fin de la empresa de despojo y exterminio que se mantiene vigente en Colombia son, en primer lugar, el “Nunca Más” que se reclama desde tan diversas voces. Los oídos de todos los sectores sociales deben estar atentos a esa comprensión, más allá de la contemplación alienada de historias aisladas sobre “hechos” victimizantes.

Decir Memoria, significa enlazar esos hechos, y entenderlos en su dimensión actual, porque la historia de este país se ha construido sobre crímenes ejecutados por personas, las cuales están hoy en el poder y siguen siendo congresistas, alcaldes o funcionarios del Gobierno nacional, personas tan pertenecientes a nuestro país como las que han sufrido sus consecuencias. Por ello, las soluciones sólo pueden surgir de los cambios que nos debemos como pueblo Colombiano, desde que comenzaron a traicionarse las esperanzas, como ocurrió también el 9 de abril de 1948.

Una conmemoración que apoye la no repetición requiere del fortalecimiento de la organización y la movilización social, y el rechazo a su estigmatización como nicho de reproducción de violencia. Es necesario apostar por la visibilidad de las causas de la victimización y sus consecuencias, a favor de las garantías para quienes luchan por la restitución de tierras y las transformaciones democráticas. Ese es el sueño que justifica la inversión de recursos públicos en actividades de conmemoración o políticas de memoria, más allá de los espectáculos artísticos y culturales que nos convocan con diferentes emblemas.

Se equivocan quienes piensan que nuestros logros, en el reconocimiento del dolor, pueden ser convertidos en motivos para el cierre de nuestra causa. Nuestra existencia está llena de alegría, orgullo y de resistencia.
Como dicen los que nunca han fallado a la cita del 9 de abril con la memoria.
“¿Tengo yo la culpa de mi causa? ¿Debo sentirme culpable? Señor, no es que me persiga su voz. Es al contrario: yo la persigo para aprisionarla, para quizá tener su eco definitivo en mis oídos”.

H.I.J.O.S. en Bogotá

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