Con la voz de las víctimas y la fuerza de la memoria, vamos con Iván Cepeda

Con la voz de las víctimas y la fuerza de la memoria, vamos con Iván Cepeda

A lo largo de estas dos décadas, las víctimas de crímenes de Estado hemos sostenido una lucha que ha sido, al mismo tiempo, un ejercicio de memoria y una afirmación radical de la dignidad humana. En un país donde el poder ha intentado ocultar sus violencias tras el velo de la impunidad, las víctimas hemos persistido en interpelar a la sociedad para recordarle que no hay democracia posible sin verdad, memoria y justicia. 

En ese camino, hemos contado con muy pocas voces capaces de asumir sin titubeos el riesgo de decir lo que la historia exige. Entre ellas, una se ha mantenido inalterable: la voz de Iván Cepeda Castro. No se trata de un gesto de coyuntura ni de simpatía pasajera. Iván ha encarnado, con una consecuencia rara en la vida pública, la convicción de que el lugar de la política es, ante todo, al lado de las víctimas y de quienes han sido despojados de su palabra, su tierra y su vida.

Iván no ha hecho de la defensa de los derechos humanos un recurso retórico: la ha convertido en práctica vital. Ha confrontado al poder allí donde se disfraza de legalidad, ha denunciado el entramado de violencias estatales y paraestatales, y ha perseverado en la tarea de mostrar que la verdad es un acto político mayor, capaz de reordenar el sentido mismo de la sociedad.

Hoy Colombia se encuentra en un punto de decisiones. Frente a la erosión de la confianza pública, la fragilidad institucional y la persistencia de la violencia, el país necesita un liderazgo que se atreva a gobernar con la fuerza de la memoria, con la coherencia ética que solo se forja en la resistencia, con la claridad de que sin justicia no habrá democracia que pueda sostenerse.

Por ello, desde el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado –MOVICE–, afirmamos con convicción que Iván Cepeda Castro debe ser nuestro candidato presidencial. No lo proclamamos como un favor político, sino como la consecuencia natural de una historia compartida. Es el reconocimiento a una trayectoria que ha sabido estar, incluso en las horas más oscuras, en el lugar correcto de la historia.

Lo decimos con la certeza de que la política, cuando se dignifica, no es el arte de la conveniencia sino el ejercicio de una verdad: aquella que nos recuerda que la democracia sólo puede fundarse sobre la memoria de sus víctimas y el imperativo de la justicia.

Hoy, con la fuerza de la palabra colectiva de las víctimas, convocamos a la sociedad colombiana a reconocer en Iván Cepeda no solo a un conductor y referente de un proyecto de país sino a un referente ético indispensable para el futuro del país.

Es tiempo de que la verdad gobierne.

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