Doña Fabiola Lalinde se pronuncia durante la grabación de Amarillo

Doña Fabiola Lalinde se pronuncia durante la grabación de Amarillo

Cómo será de dolorosa una desaparición, que el día que la VIII Brigada me entregó el cráneo y 69 huesos secos de mi hijo mayor, Luis Fernando de 26 años, en una caja de cartón y con acta de inventario de los huesos, después de más de 12 años de búsqueda, (4.428) días, le tuve que dar gracias a Dios de rodillas y, le sigo dando, por haber rescatado esos huesos plenamente identificados.

 

Con todo el derecho, con todo el respeto y serenidad; afectada directa de la desaparición forzada y las secuelas y atropellos que perduran en el tiempo, me permito opinar sobre la violencia que padecemos los colombianos, especialmente los mayores de más de 65 años, cuando las tenebrosas chusmas liberales y conservadoras, antes del asesinato del líder Jorge Eliécer Gaitán en la década de los años 40, en mi lejana infancia. Pero nunca imaginé lo que se me esperaba años más tarde en el proceso de Paz del Presidente Belisario Betancur en el año 1984: La detención-desaparición-torturas-malos tratos y ejecución extrajudicial de mi hijo mayor, Luis Fernando Lalinde, por una Patrulla Militar, la N°22 del Batallón Ayacucho de Manizales.

Capítulo aparte es la desaparición forzada de personas por razones políticas o presumiblemente políticas, una práctica tomada de los Nazis. Desaparecidos al amparo de la noche y de la niebla, suspendidos entre la vida y la muerte; no se tienen pruebas de supervivencia, ni la certeza de la muerte, es la total incertidumbre, ellos regresan en sueños, cuando se logra dormir un poco.

Cómo será de dolorosa una desaparición, que el día que la VIII Brigada me entregó el cráneo y 69 huesos secos de mi hijo mayor, Luis Fernando de 26 años, en una caja de cartón y con acta de inventario de los huesos, después de más de 12 años de búsqueda, (4.428) días, le tuve que dar gracias a Dios de rodillas y, le sigo dando, por haber rescatado esos huesos plenamente identificados; la identidad es fundamento de dignidad, y le sigo agradeciendo cada día, porque la incertidumbre que se padece en la familia es peor que la muerte. Muchas madres han somatizado ese dolor en diversas clases de cáncer; en la sola Comuna 13, han fallecido más de 10 y, otras tantas, en turno porque en las famosas EPS esperan a que mueran.

Nuestro universo de víctimas de todos los actores armados, legales e ilegales, nos desborda, con el agravante de que la barbarie se ha vuelto rutina y costumbre.

Otros desaparecidos: torturados y sometidos a tratos crueles, inhumanos y degradantes incluidos niños y niñas violadas como el caso extremo y doloroso de los niños de Tame, Arauca. Así sucedió con los jóvenes de Soacha y de otras ciudades, ejecutados extrajudicialmente y hallados en otro departamento como si se tratara de guerrilleros muertos en combate para mostrar resultados, como sucedió con Luis Fernando, mi hijo. ¡Qué horror! tanta barbarie nunca imaginada.

Solamente quienes hemos padecido estas dolorosas experiencias en nuestras familias, sabemos lo que ella significa y lo que representa la Solidaridad, ese apoyo incondicional de gente con sentido de país y de humanidad tanto a nivel nacional como internacional que nos confortan y dan coraje.

Es urgente y necesario parar este absurdo, cruel y estúpido conflicto que nos agobia. Este ambiente enrarecido de odios, de venganzas, de ambiciones, de poder de tener y de dinero; esta autodestrucción que sólo nos conduce a la ruina y nos lleva de regreso a la esclavitud como hace doscientos años, con el agravante de que nos estamos quedando sin indígenas, ni afros ni campesinos. Que nos den otra vez la independencia porque están siendo asesinados sus líderes y desplazados los que sobreviven para despojarlos de sus tierras, de las riquezas que contienen y entregarlas a las multinacionales con el fin de que las exploten hasta la devastación y la desolación.

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