La maldición del Glifosato

La maldición del Glifosato

Ángel Salazar es un hombre de complexión fuerte, con la estatura promedio de la mayoría de colombianos, de poco más de 45 años de edad, campesino de origen y vocación, habla como santandereano. Su historia es como la de miles de campesinos que sobreviven entre la lucha por su territorio y la maldición del glifosato. Su finca está situada a 580 metros sobre el nivel del mar, en clima medio, lo que significa que es posible sembrarla de cacao, pues crece bien de los 200 metros hacia arriba. Es precisamente el cacao uno de los grandes motivos de su preocupación, aparte de su familia y de su futuro personal, por completo en la incertidumbre.

– ¿No es usted del sur del departamento de Bolívar, no es costeño?

– Soy de Simití y vivo en el corregimiento de Monterrey, vereda El Triángulo, pero mis padres llegaron de Mogotes, Santander, y por eso hablo como ellos. Además, tuve profesores cachacos en la escuela. Algunos de mi región sí hablan como la gente de la costa, pero otros no.

Tiene 18 años de vivir en el corregimiento, un suelo al que se siente muy apegado. En los últimos años ha sembrado cacao, yuca, plátano y pastos para su escaso ganado, como también ha hecho pozos para criar cachamas, un pez grande y de abundante carne. Se le nota en los ojos la nostalgia cuando se refiere a su oficio de siempre en el lugar donde construyó una familia:

– Solo estudié hasta quinto de primaria —dice—, soy agricultor y soy hijo de agricultores.

La vereda El Triángulo queda en las estribaciones de la Serranía de San Lucas, donde termina la Cordillera Central.

– Pero no estamos en la teta de San Lucas —aclara.

Vale decir, en el núcleo más alto del centro montañoso.

– Allá arriba el agua se congela o se congelaba hace 28 años, cuando la visité.

Su finca está situada a 580 metros sobre el nivel del mar, en clima medio, lo que significa que es posible sembrarla de cacao, pues crece bien de los 200 metros hacia arriba. Es precisamente el cacao uno de los grandes motivos de su preocupación, aparte de su familia y de su futuro personal, por completo en la incertidumbre.

El problema que ahora enfrenta tiene que ver con que en el primer lustro del nuevo siglo había coca en la vereda, coca tradicional. No eran grandes extensiones, sino una o media hectárea aquí y otra más allá y así en numerosas fincas, sin constituir una continuidad. Matas entreveradas con los cultivos de siempre, los de pan coger, los animales y los ranchos campesinos.

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