El alma nacional ha estado perturbada y adolorida por los funestos hechos ocurridos en el departamento petrolero, por antonomasia, de Colombia, Casanare. Y no es para menos. La falta de lluvias y la sequía concomitante, convirtieron sus verdes praderas en un verdadero desierto, donde poco a poco fueron muriendo centenares de animales, unos de vocación salvaje, como los chigüiros, babillas, tortugas, venados y otros domésticos como el ganado vacuno, que pasta en esas llanuras desde hace muchísimos años.
La cantidad de información fotográfica y de videos que transmitía la prensa y la televisión daban la sensación de que esos hechos, de excavadoras y buldóceres recogiendo los cuerpos de centenares de animales muertos al pie o dentro de lo que habían sido lagos y ríos torrentosos, no eran imágenes colombianas, sino transmitidas desde lejanos pueblos olvidados y empobrecidos, con hambrunas del centro del África. No, pero no era así. Eran y son hechos reales que están ocurriendo en nuestros llanos orientales donde la ausencia del agua, ayer feraz y torrentoso, hoy convierte nuestrasllanuras en verdaderos eriales, cementerios de flora y fauna calcinada.
Pero ¿qué es lo que ha traído tan radical cambio, que amenaza toda forma de vida, incluida la vida humana? Hay varias causas que están incidiendo en esta catástrofe ambiental y las cuales son necesarias analizar y debatir para tratar de encontrar caminos que permitan la superación de estos graves acontecimientos.
La desmedida actividad petrolera y sísmica de las compañías de hidrocarburos ha afectado la sabana. Los métodos de extracción petrolera que utilizan grandes cantidades de agua corriente para sacar el crudo son, sin duda, uno de los causantes de esta tragedia ecológica. Para hacer más lucrativas las faenas de explotación de petróleo se están utilizando métodos de inyección de agua a los pozos lo que lleva a desabastecimiento de ríos, quebradas y lagos.
La ganadería extensiva y desordenada desarrollada solo pensando en la ganancia, es sin lugar a dudas un factor que está llevando a estos antiguos llanos feraces a un proceso desértico. Como la demanda de tierras para ganadería es cada día mayor, entonces deciden secar humedales y quemar bosques para destinar estas tierras a la cría de ganado.
Unido a estos factores están los efectos más graves y generales del cambio climático. Esta es una situación extremadamente grave y una amenaza que se cierne sobre todas las formas de vida, incluyendo, desde luego, la humana. Pero esta tragedia está siendo generada por los países industrializados y conocidos como del primer mundo. Son ellos los que con sus macro procesos industrializados están envenenando al mundo, al producir sin el más mínimo control, gases invernaderos que están cambiando las condiciones climáticas y están tornando todos los espacios en lugares invivibles, por el envenenamiento de nuestra atmosfera.
El gobierno de Santos debe actuar de manera terminante en esta grave calamidad, pues los pueblos, en épocas de elecciones, no deciden por lo que le digan en los discursos electorales, sino que lo hacen por lo que se conoce como “un pálpito”. Y “el pálpito” que tiene, en estos momento, la sociedad colombiana, después de las dantescas imágenes mostrada por televisión y prensa, es que las tales “locomotoras mineras” son las portadoras de la sequía y la muerte que vive el Casanare y pone en riesgo todas las fuentes hídricas y si así son las cosas para que tener petróleo y oro, si a la hora de la verdad nos vamos a morir de sed y de hambre, por la muerte, también, de nuestras cosechas.
El problema no se resuelve como lo expresó la ministra de ambiente cuando se le preguntó y dijo olímpicamente que esto era un desastre anunciado. Si se veía venir el desastre ¿por qué no se tomaron todas las medidas buscando proteger el agua y la vida en la llanura? Hay que decir que ha habido falta de política pública y negligencia para enfrentar y solucionar esta caótica situación desde los organismos de dirección nacional y departamental.
Las CAR deben rendir cuentas ante la opinión nacional, pues han descuidado su tarea y su responsabilidad. Antes que sea de verdad, demasiado tarde, el gobierno nacional debe informar la magnitud real de la tragedia, las medidas eficaces a corto y largo plazo que deben ser implementadas para no volver a repetir este trágico y doloroso acontecimiento. Por eso manifestamos nuestro pesar diciendo: “POBRE CASANARE, TAN LEJOS DEL AGUA Y TAN CERCA DE LAS PETROLERAS”.
Alonos Ojeda Wad
ExEmbajador de Colombia
Director del programa de paz de la Universidad Pedagógica Nacional