Ponencia al Foro Social Mundial

Ponencia al Foro Social Mundial

 

Porto Alegre 2003

El Plan Colombia cuya historia puede leerse a partir del año 1998, año en que comienza la administración del presidente colombiano Andrés Pastrana Arango y cuyos orígenes se remontan a los tratados de “Ayuda Recíproca” de la década de los cuarenta y aquellos firmados durante la administración Kennedy en la década de los sesentas entre el gobierno norteamericano y varios gobiernos latinoamericanos para evitar la “terrible” conversión de nuestras supuestas democracias en regímenes comunistas, ha demostrado ser la más eficaz estrategia para perpetuar el intervencionismo económico, cultural, político, militar, ambiental y social en nuestros países bajo la excusa de la lucha contra el narcotráfico por parte de los Estados Unidos. Cada nación latinoamericana tendrá que hacer un examen de los impactos del Plan Colombia en su territorio y de su macabra extensión: la llamada Iniciativa Regional Andina. Entre tanto, en este escrito presentamos la versión colombiana del Plan Colombia, o mejor, del Plan Contra Colombia. Como lo habíamos reseñado, este Plan nace como tal en la administración Pastrana en 1998, y es presentado en su primera versión como un Plan Social y Ambiental que mejoraría el crítico clima social y económico de nuestro país que aunado a un proceso de paz lograría la recuperación de la confianza en el Estado colombiano tanto de los mismos colombianos como de la inversión extranjera.

Este discurso se mantendría en las versiones posteriores presentadas al congreso norteamericano, la comunidad europea y la banca multilateral, sólo que en estas se agregarían cruciales aspectos que le convertirían en el macabro juego infame que es hoy: vía libre para una guerra contrainsurgente en favor de intereses multinacionales. El proclamado apoyo internacional al Plan Colombia finalmente sólo se concretó por parte de los Estados Unidos, pues Europa temió comprometerse en tal cruzada. Tal apoyo es entendible pues el gobierno norteamericano tiene intereses claros en Colombia y toda la región andina frente a recursos naturales como el Petróleo, militares como la consolidación de su poder bélico en América del Sur y económicos como el favorecimiento a su industria para la guerra sumado a los megaproyectos estratégicos que como lo ha señalado Diego Peña son: el control del procesamiento de la cocaína que genera entre 2500 y 3000 millones de dólares al año, cuando el consumidor final cierra el ciclo; la ejecución del “Corredor Interocéanico Tumaco- Manaos-Belem do Pará”; la ejecución del canal interocéanico Atrato- Truando en el Chocó y el control del río Amazonas.

El Plan Colombia se concretó finalmente en dos componentes básicos: Un componente social que suponía programas especialmente en el sur del país consistentes en alimentación para familias, empleo para jóvenes, progreso para el campo, construcción de vías e infraestructura, etc. Todos estos programas fueron manejados por un fondo especial llamado Fondo de Inversiones para la Paz a través de Ong’s privadas operadoras de recursos. Estos programas empezaron a funcionar en el año 2001 y la fecha su balance es pobre: atención deficiente, ínfima cobertura, bajo impacto, altos niveles de burocracia y corrupción, etc.

El segundo componente fue el militar: las fuerzas especiales norteamericanas empezaron a capacitar al primer Batallón Antinarcóticos colombiano que debía apoyar exclusivamente operaciones de erradicación en 1999 y para mayo de 2001 habían entrenado al tercer batallón, del que se afirmaba, eran los “soldados mejor calificados hoy en día en suramérica”. En febrero de 2002 el presidente Bush planteó la necesidad de un cuarto batallón antinarcóticos, esta vez para “defender infraestructura vital de los ataques perpetuados por grupos guerrilleros y paramilitares”, como muestra de la clara y directa participación de dichas unidades en el conflicto armado interno. El balance que tiene este componente es alarmante, pues se tradujo en el suministro de armas, helicópteros, capacitación en inteligencia, combate, presencia de mercenarios de la Dyncorp sobre los que no se tiene noticia ni control alguno justificándose en la lucha antinarcóticos que posibilitó la aspersión miles de galones de glifosato producido por la Monsanto en zonas estratégicas de biodiversidad. Debe resaltarse que no existe estudio científico alguno que de cuenta de los impactos del glifosato en el medio ambiente ni en la salud humana.

En Colombia el ocultamiento de dichos efectos se consolidó con la tardía aprobación de un Plan de Manejo Ambiental irrisorio, que aún no se ha puesto en práctica. En suma, nuestro país no es soberano ni siquiera para determinar los daños que sus decisiones irracionales provocan, la Agencia de Protección Ambiental estadounidense es la que nos dice que el glifosato no es malo y hoy en día se cuece de nuevo en el congreso de dicho país, la posibilidad de utilizar el hongo oxisporum para controlar el crecimiento de los cultivos de uso ilícito. Los impactos del desproporcionado armamentismo han ahondado el conflicto social, político y militar que vive Colombia, la promesa de Paz -en medio de un fortalecimiento para la guerra- de Pastrana hecha en 1998, se tornó en el 2002 en la promesa de guerra del Presidente de derecha Álvaro Uribe Vélez, quien no ha ahorrado esfuerzos en el recorte de derechos civiles y políticos, económicos, sociales y culturales justificado con el discurso de la “seguridad democrática”, fiel copia del discurso “antiterrorista” de la “libertad” esgrimido religiosamente desde el 11 de septiembre.

En todo este proceso de conversión hacia la guerra total ha sido crucial el papel de norteamérica, muestra de ello son las visitas a Colombia de altos funcionarios de los gobiernos de Clinton y de Bush al menos semestralmente desde 1998, y por su puesto, la excéntrica visita del presidente Bill Clinton el 30 de agosto de 2000 a Cartagena. Por ello debe entenderse que no es gratuito que la entrada a la presidencia de un gobierno de extrema derecha en Colombia haya sido celebrado eufóricamente en el coloso del norte, quien halló en el mismo un aliado para sus causas guerreristas en el resto del mundo (recordemos que en la actualidad Colombia preside el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y su papel es fundamental frente a una eventual ofensiva a Irak) y para la sujeción de América Latina en estrategias comerciales neoliberales como el Alca.

Mientras el Estado ha hecho juego estas políticas internacionales de guerra, exclusión, marginamiento y hambre, que mantienen insomnes las fronteras con sus países hermanos, el pueblo colombiano se debate en índices nauseabundos de pobreza y deficientes respecto a servicios básicos como salud, educación y vivienda, que se explican por el recorte de presupuesto para el gasto público social bajo la premisa de que lo fundamental es el gasto para la guerra contra el terrorismo, que tendría como único actor a la guerrilla y no a los grupos paramilitares que son alimentados ideológica y financieramente por los grandes latifudistas y que son respaldados por un gobierno que les ha legado la importante tarea de “limpieza” de territorios y por un aparato de justicia que no les investiga ni juzga o que simplemente les absuelve de sus crímenes.

El Plan Colombia favoreció a las burocracias de siempre y las corruptelas de nunca acabar, dio argumentos bélicos al Estado para responder con guerra una crisis que es ante todo social, día a día acaba con la biodiversidad de la selva colombiana y lo más terrible, se reproduce a nivel regional con la ferocidad de la peste. Estos hechos son motivo suficiente para decirle no al Plan Colombia y resistirle, para impedir la sumisión de gobiernos latinoamericanos a través de la Iniciativa Regional Andina, para enfrentar la agresión de nuestras endebles economías por medio del Alca, para pinchar el Globo, porque como lo ha escrito el poeta Uruguayo, Mario Benedetti:

Es cierto que esa globalización de nuestro pobre, miserable globo tiende a globalizar el desaliento.
Solo si alguien algún día pincha el globo
Aleluya
Tal vez por fin se globalicen los fueros de la gente.

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