¿Pulseras de la Reconciliación?: Masacre de El Salado

¿Pulseras de la Reconciliación?: Masacre de El Salado

En estos días salió a la luz el segundo informe del grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliació n, esta vez sobre El Salado. La publicación de “Esa Guerra no era nuestra”, como se ha titulado a este informe, es un hecho significativo de gran importancia en el país. Este tipo de documentos intervienen en la dinámica de negación y justificación de los crímenes de lesa humanidad, y pueden constituir un avance en el reconocimiento de los mismos hacia su no repetición.

 

 

Con motivo del lanzamiento de este trabajo, ha surgido también la campaña de las “Pulseras de la Reconciliació n”, como una iniciativa que convoca a la solidaridad con las víctimas en el marco del proyecto “Reconstrucció n de El Salado”. Son pocos los casos en los que la irrupción de un instrumento que debe buscar la garantía del derecho a la verdad se acompaña de una iniciativa para canalizar la expresión social frente al reconocimiento de los crímenes cometidos, desafortunadamente, desde una perspectiva que banaliza el papel de la sociedad frente a la memoria.

La campaña lleva como mensaje una invitación a Imaginar. Que vivimos en el Salado, que un día 300 hombres llenan de sangre todo lo que conocemos, y que nos obligan a verlo, que nadie llega a ayudarnos, que milagrosamente sobrevivimos, que han pasado diez años y hasta el día de hoy hemos esperado ayuda; que podemos cambiar su futuro (comprando una pulsera). Muchas personas conocerán sólo este retrato de lo ocurrido.

Una escena del terror ajena nos convoca imaginariamente, y no un acontecimiento que nos vincula realmente. Lo esperado por años ahora llega en forma de ayuda, mientras la perspectiva de la reparación integral se desdibuja como el imperativo que es.. La sangre amenaza con impedirnos una visión sobre la masacre de El Salado que dé a nuestra expresión un sentido de identificació n, no basado en la imaginación sino en el hecho real, de que lo ocurrido en el Salado le ocurrió efectivamente a la sociedad colombiana en su conjunto. Aún más, en medio de la batalla por la reparación esperada por más de diez años, ahora se propone una ayuda que canaliza en un acto de filantropía lo que debería ser una movilización contra la impunidad social y política de los responsables, y a favor de los derechos de todas las víctimas, sin exclusiones.

No es necesario imaginar nada. La masacre de El Salado le ocurrió a algunos como un costo necesario en la búsqueda violenta de unos objetivos políticos y económicos, que el informe deberá hacer públicos y comprensibles. Pero a todos y todas nos ocurrió, porque este acontecimiento es parte de una forma de estructuració n de un tipo de comunidad, de un tipo de país y de un tipo de democracia en Colombia. La masacre nos pregunta por qué no nos movilizamos cuando supimos de ella, por qué el Estado no se movilizó ante las denuncias. ¿Nos movilizaremos mañana ante nuevas masacres o nuevos asesinatos, por ejemplo, el de los indígenas del Cauca? Nos pregunta por las leyes reales, las noticias reales, los poderes reales que se han impuesto desde la estrategia paramilitar, que nos vinculan y que hacen parte del por qué se sembró una dominación continuada. Y nos pregunta también por nuestra contribución a la reconstrucció n de El Salado; con o sin justicia, con o sin reparación.

Como tal, el Informe sobre El Salado suma a una base de repudio de las prácticas de sometimiento, continúa insertando a Colombia en la discusión internacional sobre los derechos humanos en situación histórica, y sobre todo, pregunta (debe preguntar) por las necesarias transformaciones que deben ocurrir en un país donde han sido posibles tales acontecimientos, y su impunidad. La no repetición necesita de la sensibilizació n, de la expresión de todos los actores, a lo cual se puede contribuir de muchas maneras. Pero si la expresión social se canaliza reduciéndose a un acto de consumo basado en la imaginación terrorífica de una situación ajena, desdibujando la movilización frente a un acontecimiento que es parte de un problema que nos vincula real y efectivamente, para la garantía de la reparación esperada, estamos ante un escenario perverso.

El enfoque de las pulseras es un enfoque de la reconciliació n, no de la reparación, y la sociedad no puede perder de vista que ese último es el objetivo hacia el que debe conducir el reconocimiento de los crímenes como los ocurridos en El Salado.

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