La confirmación de que el subteniente del ejército Raúl Muñoz violó a dos niñas menores de edad en Arauca nos asquea, nos llena de profunda tristeza y nos reafirma en la petición permanente de poner fin a los delitos realizados por miembros del ejército.
Quienes integran las agencias de seguridad del Estado no pueden saltarse los derechos humanos según conveniencia.
Que al interior de las Fuerzas Armadas se alojen tantas personas que atenten contra la vida, la integridad y la seguridad de ciudadanos y ciudadanas nos debe llevar a una reflexión profunda sobre la manera en que el ejercito realiza la selección del personal que admite en sus filas y lo que enseña al interior. ¿Qué es lo que estas persona aprenden? ¿A manejar armas? ¿A abusar del poder que les da su uniforme? Este caso de violación y asesinato a manos de integrantes de las Fuerzas Armadas no puede seguir viéndose como un hecho aislado: “una manzana podrida de una institución limpia.” Ya son demasiadas las manzanas podridas y demasiadas las denuncias que surgen día a día de abuso de autoridad que va desde pasarse semáforos en rojo en frente a los ojos de todos y todas, hasta !corrupción y asesinato!
Se sigue diciendo desde las voces oficiales que estos casos son atípicos, que serán castigados y que no se permitirán, pero de ninguna manera se ve cambio en la institución, y no hay signos de valoración de la vida de las personas a quienes “cuida” pues es claro que hay ciudadanos y ciudadanas que no le importan a muchos miembros de las Fuerzas Armadas, pues pueden ser violadas o asesinadas. ¿“se podría decir que son efectos colaterales imprevisibles” por parte de los responsables del Ejercito en este caso”?
Sin embargo, lo que se ve es como muchos de sus miembros priorizan la muerte para sus egoístas beneficios por sobre el cuidado de las personas, sobre el mantenimiento de la paz, la seguridad y la garantía de los derechos humanos. ¿Quién no va a sentir miedo de personas que se comportan de esta manera? ¿Quién las va a querer en sus territorios? Desde principios del siglo XX el ejercito a estado envuelto en escándalos por violaciones a los Derechos Humanos, hasta el día de hoy con los “falsos positivos”, con algo tan espeluznante que ha merecido el repudio de la comunidad internacional, y estos hechos recientes en Arauca que no producen sino repugnancia y desesperanza. Cuantas mujeres violentadas y forzadas por miembros de la fuerza pública han denunciado sus crimenes, cuantos campesinos asesinados y disfrazados como miembros de grupos armados ilegales, cuantos robos de comida y abusos en las casas en muchas regiones porque nadie puede cuestionarlas, porque quien hace preguntas es enemigo. Pero ni las niñas violadas, ni las personas asesinadas en ejecuciones extrajudiciales eran enemigas del Estado. Pero aun las personas que son denominadas legalmente como amenaza para el Estado merecen un juicio en los tribunales legalmente constituidos, con las garantías constitucionales y las penas establecidas.
Por más que estemos de acuerdo que el Estado debe tener el monopolio de las armas, las fuerzas Armadas no pueden ganar legitimidad en la sociedad colombiana de esta manera. No es gratis el miedo y la desconfianza que producen y este no es un asunto de medios de comunicación; las Fuerzas Armadas no son un producto que se vende como un vestido o un buen detergente en la televisión o en las vallas publicitarias. Ellas sólo ganarán legitimidad con la gran mayoría de la sociedad colombiana cuando TODOS sus miembros sean leales a la ciudadanía, respeten los DERECHOS HUMANOS DE TODAS Y TODOS y no mientras vean en ella “el enemigo” o la oportunidad de satisfacer cualquiera de sus apetitos ya sean sexuales, económicos o de venganza.
Esperamos entonces que por fin el Presidente Santos como Jefe Supremo de las FFAA se pronuncie seriamente y le diga a la ciudadanía como REALMENTE estos hechos NO sucederán más.