La gente de a pie

Érase una vez un lobito bueno
al que maltrataban todos los corderos.
Y había también un príncipe malo
una bruja hermosa y un pirata honrado.
Todas esas cosas había una vez
cuando yo soñaba el mundo al revés
.
José Agustín Goytisolo [[Poeta, ensayista e investigador catalán]]

Conversar, escribir, discutir, disentir, deberían ser actos en los cuales el lenguaje produjera satisfacción por el hecho de poder comunicarse a través de la conjugación de diferentes sonidos o símbolos. La comunicación podría equipararse con un puente entre dos cerebros, entre dos puntos de vista, entre dos ideas, para finalmente hallar un espacio donde la convivencia se desenvolviera por lo menos en forma respetuosa, y entonces el enojo, la crispación o la zozobra no anidarían en la sociedad.

Quizás lo mencionado anteriormente forme parte de un sueño… el mundo al revés, pues hoy en día vivimos con la certidumbre que el lenguaje es una de las forma para hacer anidar el miedo y la cizaña, elementos fundamentales al momento de sojuzgar personas y pueblos, dóciles entonces a favor de determinados intereses no necesariamente beneficiosos para la humanidad y la naturaleza.

Bien podría decirse que se llega a los puños cuando se ausentan los argumentos. Es apenas connatural a los procesos de la convivencia humana el hecho de disentir. Disiento por ejemplo de la disposición común que la materia fecal humana llegue a los ríos a través de alcantarillas, dado que dicha materia los contamina e incrementa la eutrofización [[Enriquecimiento excesivo de nutrientes]] en ellos; sin embargo tal disenso no conlleva la necesidad de limpiar la sociedad de escorias y sabandijas (léase, para el ejemplo, ingenieros y gobernantes), puesto que la argumentación científica, académica y fraterna, logra de a poco convencer acerca de las bondades de otras fórmulas para el tratamiento de la mencionada materia. Argumentar entonces, en franca lid, sería una fórmula bastante más eficiente, futurista y sobre todo respetuosa de expresar disensos, limar asperezas y llegar a acuerdos.

Pero es claro que entre el ser y el deber de ser hay un camino largo; debería ser el mundo al revés… pero no; el mundo es como es, tal y como lo padecemos hoy. Somos una sociedad formateada para determinados objetivos económicos que otorgan de manera despareja oportunidades, de tal suerte que un grupúsculo de personas acapara más de lo que puede disfrutar, en tanto una mayoría amedrentada clama por lo necesario, es decir, por lo que le confiere dignidad.

Instalada la palabra hablada y escrita al servicio del enojo, la crispación y la zozobra, la amenaza encuentra terreno fértil; entonces toda palabra, toda acción que pretenda distribuir mejor las oportunidades parece amenazante para grupúsculo que las disfruta a granel, ¡he ahí el origen de la hipocresía diplomática, de los atentados, de los carros antimotines, de las guerras, de la necesidad de drones, de la necesidad de espías e infiltrados, de la necesidad de castigos ejemplarizantes, para quienes se separan de los objetivos económicos que otorgan de manera despareja oportunidades…!

Expresiones ultrajantes, amenazas, fechas limite… pretenden contener el descontento que permea la comunidad humana, invocado el miedo, espectro de mil caras, comienza la función: tal persona o grupo de personas son declarados objetivo militar, determinado lugar es susceptible a un ataque terrorista, se impiden los visados, no se deja aterrizar aviones… y en torno a tal zozobra la comunidad se apresta a defenderse uniéndose justamente a esa estructura hacedora de mentiras que mantiene al grupúsculo en su espacio.

Ya lo decía Esopo 600 antes de Cristo cuando describió la realidad en la fabula El pastorcito mentiroso. Cada vez son menos los que creen las amenazas de inminentes ataques; suman las personas y organizaciones que tratan de desvelar los diferentes rostros del miedo, pero ¿a quien entonces asignar la responsabilidad de proteger las voces que pujan por equidad?

Habrá que esculcar en algún rincón de el cerebro de los gobernantes la parte humana de su comportamiento; habrá quizás que desarrugar la ética de quienes protegen y defienden el estado de iniquidad en las oportunidades. Pero por encima de todo, la gente de a pie tendrá que apersonarse de la dignidad y rodear a quienes por su lucha se tornan vulnerables; no hay de otra, muchos intereses cohesionan el grupúsculo, ha de ser la vida la que cohesione la humanidad.

Lía Isabel

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