Toneladas de olvido

Toneladas de olvido

Las volquetas suben en parejas o tríos, por caminos pedregosos y polvorientos, cada tres minutos. Cualquiera pensaría que se trata de un simple depósito de residuos de construcción, pero la escombrera de la Comuna 13 oculta un secreto siniestro: bajo más de cinco millones de toneladas de desechos yace al menos un centenar de víctimas del conflicto armado.

En medio de las laderas del occidente de Medellín se levanta una montaña de escombros. Una volqueta con el logo de la Alcaldía llega a la parte más alta, recula y comienza a volcar su carga: tierra, ladrillos rotos, pedazos de concreto, trozos de baldosas, sanitarios y lavamanos viejos.

Las volquetas suben en parejas o tríos, por caminos pedregosos y polvorientos, cada tres minutos. Cualquiera pensaría que se trata de un simple depósito de residuos de construcción, pero la escombrera de la Comuna 13 oculta un secreto siniestro: bajo más de cinco millones de toneladas de desechos yace al menos un centenar de víctimas del conflicto armado.

En el lugar el ruido es constante. Viene de una arenera, en la colina cercana, donde todo el tiempo se oye el crujir de rocas en la máquina trituradora. Cada tanto se escuchan rechinar las volquetas trepando la carretera. Luego retumba el estruendo de la carga cuando es vaciada en la tierra. Se ahogan allí el canto de los pájaros y el cacareo de las gallinas de casas vecinas que deambulan por la zona; se sofoca el silencio de los muertos que reposan en lo profundo de esta montaña artificial; se calla el clamor de las víctimas para que cierren La Escombrera y puedan buscar a sus seres queridos.

Pero más que un sonido, el golpe seco de los escombros al caer refleja la indiferencia de una sociedad que día a día entierra más la posibilidad de encontrar a sus desaparecidos.

Cada vez que camina por este lugar, María Gloria Holguín Chavarría piensa que está parada sobre los restos de su hijo mayor, Carlos Torres Holguín, desaparecido el 29 de noviembre del 2002. En medio de la nube de polvo levantado, ella enseña el retrato de su muchacho. Nunca lo abandona. Lo lleva colgado en el pecho porque quiere que todos lo vean y sepan que su madre no se cansa de buscarlo.

“Ahora sí van a sacar a Carlos”

Todos los días me levantó y prendo mi radiecito a la cinco y media de la mañana cuando empiezan las noticias. Si dicen algo sobre La Escombrera le pongo volumen. A veces escucho que la van a cerrar, que van a empezar a buscar los cuerpos de los desaparecidos. Y entonces muchos me dicen: “Ahora sí van a sacar a Carlos”.

Él era un muchacho muy organizado, juicioso. Estudió en el Colegio Militar. Ya jovencito le gustaba tomarse sus tragos, pero nunca llegó a amanecer en la calle. Así fuera borracho, volvía a la casa. Si se iba a quedar en algún lado, me llamaba. Aún conservo la última cuenta del celular, porque cuando la miro me doy cuenta de todas las veces que él me llamaba.

Tengo toda su ropa, no se la he querido ni regalar a los hermanos. Yo tengo la bandeja donde él comía, los cubiertos; nadie en la casa los puede usar. ¿Pueden creer que a Carlos le encantaba el sancocho de hueso? Duré años sin volver a prepararlo.

Un día soñé que me llamó la líder de las Madres de la Candelaria, la organización que reclama a los desaparecidos. Contesté y ella me dijo: “Gloria, oí”. Alguien cogió la bocina y era la voz de mi hijo. Él no me decía mamá, tampoco me decía Gloria, él me llamaba Loria. En el sueño yo lo escuchaba: “Loria, Loria, Loria”. A las tres veces me desperté. ¿Saben quién me estaba llamando? Era mi otro hijo, para que le abriera la puerta.

A Carlos lo espero desde el 29 de noviembre del 2002. Ese día fue a visitar a la novia que vivía en la Comuna 13. Nunca volvió.

En el 2012, alias “Aguilar” dijo en una entrevista que a Carlos lo habían enterrado en La Escombrera. ¿Que por qué? ¡Conchudo! Que porque era un informante, que llevaba y traía información.

Ahora dicen que van a cerrar La Escombrera y a exhumar los cuerpos. ¿Cuál cerrar? Mire todas las volquetas que suben y bajan todo el tiempo. Esto es una mentira. A nosotros nos engañan. Todo sigue igual.

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